miércoles, 4 de enero de 2012

Los juegos tradicionales en la era todopantalla

Quién no recuerda las siestas interminables, mágicas, llenas de historias y realidades inventadas en nuestra infancia. El juego de la casita, el juego de la exploradora, el transitar y explorar un mundo real e imaginario, con la mirada de nuestros ojos de niñas o niños; pero yo fuí niña, así es, que lo que voy a contar, será desde ahí, desde mi mirada de niña que descubrió el universo a su manera.

Las pantallas eran limitadas, solo había una tele en la casa, a la siesta se cortaba la transmisión, y no era además el horario de los dibujitos o del chavo del 8. En las siestas santafesinas las niñas y los niños se escapaba de sus camas y sus juegos no tenían limites ni reglas, no tenían nada que ver con ningún nombre en inglés o truco de la play station. Los juegos de nuestras siestas, pasaban por construir cosas en barro, jugar a la comidita, inventar un idioma o delimitar un reinado, que podía tranquilamente tener su jurisdicción bajo el árbol de las toronjas.

Como les decía antes, las pantallas eran limitadas y de nuestras ideas y cuerpitos (no solo de los ojos y los dedos para tipear o manejar el joystick) dependía nuestra aventura del juego cada día. No había compus, solo en algunas casas o las que estaban en la escuela.

En esas siestas, muchas veces nos escapábamos conjuntamente con algunas vecinitas. Las del lado sur, recuerdo, tenían un tapial muy bajito, por lo cual trepandosé a la cabina de gas, podían perfectamente pasarse a nuestro patio,con las del lado norte nos hacíamos señales con el palo de piso o la escoba, a modo de aviso, para esperarlas en la puerta, atentas. Todo esto con el único fin de hecharle jabón en polvo a la pelopincho y jugar a patinar sobre espuma, lo que nos significaba un reto, pero lo que nos significaba también un disfrute que no tenía precio... bueno, excepto el del jabón en polvo.

Otros encuentros y formas de jugar eran en las veredas de nuestra cuadra, ahí aparecían algunos objetos tradicionales que se transformaría en juegos tradicionales: el elástico, la pelota y también otros juegos que solo necesitaban de nosotras mismas, como la escondida o la tocada.

En las tardes de mi barrio, pasaba todo esto, y en las tardecitas e incluso en la noche aparecían otros juegos tradicionales de estación, como el carnaval, en donde reinaban el baldazo y las bombitas.

Jugábamos también con juguetes, claro,pero los reyes de la historia, eran estos juegos tradicionales, los más auténticos, los más primeros, los que nos remiten a lo simple y puro del arte de jugar, los que nos traen en sus canciones y formas los cantares y haceres que vienen cantando y jugando niñas y niños de diferentes generaciones. Los juegos que nos conectan con el espacio: el barrio, el parque, el patio de la escuela, con nuestros amigos, compañeros,vecinos, primos.

Todas estas historias son las que nuestros corazones conservarán con más fuerza, todas estas fotografías quedan grabadas, hasta los olores, colores y sonidos quedan grabados.

Ahora la era es todopantalla y además del estimulo que cada niño o niña recibe en la escuela, cuando llega a su casa, se encuentra con las pantallas: la compu, la play o hasta los juegos del celular de su mamá o papá. ¿Que registro quedará en esas cabecitas de juegos sin olor?

Hagamos un llamado entonces a la tierra mojada, al jazmín de la vereda en donde jugaba al elástico, al jabón en polvo “zorro”, al árbol de toronja … para que vuelva los juegos con olor, osea sin pantallas que ocupan espacios en los días de nuestras niñas y niños Para que lo más primero no deje de habitar en su almitas y para que los sonidos sean de historias que contaron o canciones que cantaron con otros y los colores sean del “veo, veo” y las sensaciones sean como las de las manos en el barro o el cuerpo escondido detrás de los malvones.

Caro Pérez

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